Desplazados por diseño

El papel de la arquitectura en la migración forzada por el clima

Para el año 2050, cientos de millones de personas habrán sido desplazadas de sus hogares de forma temporal o permanente a raíz de los desastres producidos por el clima y los conflictos consiguientes. ¿Cuál es el papel de la arquitectura en la migración forzada por el clima?

La migración en busca de recursos es inherente a la vida en la Tierra. Tanto los animales como los seres humanos migran para adaptarse a los cambios en los patrones climáticos. Sin embargo, los cambios climáticos extremos, unidos a la mala gestión y al agotamiento de los recursos, han provocado en el pasado éxodos masivos y la destrucción de grandes civilizaciones humanas. Se cree que ciudades antiguas como Babilonia y civilizaciones como la inca desaparecieron debido a sequías prolongadas combinadas con el agotamiento de los recursos del entorno y los conflictos.

Según algunos estudiosos, hemos entrado en el Antropoceno, una nueva era geológica en la que la actividad humana es la influencia dominante en el medioambiente terrestre; influencia que resulta, lamentablemente, en gran medida negativa. Además, hoy sabemos que, aparte de las alteraciones meteorológicas, el cambio climático por influencia humana tiene consecuencias sociales y políticas en todo el mundo. De hecho, la escala de los desplazamientos y los conflictos actuales relacionados con el clima no tiene parangón en la historia.

Interactive map and diagrams showing the evolution of registered forced migration worldwide from 1952 until 2016. Image credit: Nerea Amorós Elorduy. Source: mappingrefugeespaces.com

Interactive map and diagrams showing the evolution of registered forced migration worldwide from 1952 until 2016. Image credit: Nerea Amorós Elorduy. Source: mappingrefugeespaces.com

El número de poblaciones humanas desplazadas experimentó un aumento sin precedentes en 2017. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados registró ese año 68,5 millones de refugiados, desplazados internos y solicitantes de asilo, lo que equivale aproximadamente a la población de Francia. Esa cifra no incluye a los denominados migrantes económicos ni a los refugiados no registrados. La migración forzada relacionada con el clima solo es noticia cuando se produce repentinamente y en grandes cantidades como resultado de un acontecimiento climático extremo o de un conflicto. Sin embargo, un gran número de personas abandonan ‘silenciosa’ y constantemente sus hogares rurales hacia los centros urbanos, debido a que los cambios climáticos les impiden sobrevivir en sus tierras.

Para empeorar las cosas

La arquitectura y el urbanismo son algunos de los numerosos factores que contribuyen al cambio climático. Son una causa indirecta de sequías, de inundaciones, de ciclones, del aumento del nivel del mar y de la salinización del suelo. Los arquitectos y urbanistas, de forma directa o indirecta, producen grandes cantidades de CO2, agotan los recursos naturales y contaminan las aguas. Un ejemplo de ello es la producción de cemento, que por sí sola representa alrededor del 5% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono.

En lo que se refiere a los asentamientos humanos, la arquitectura y el urbanismo pueden transformar los fenómenos meteorológicos extremos en desastres humanos y las migraciones en emergencias. Solo el 42% de los refugiados registrados en todo el mundo se instalan en campamentos planificados por el ACNUR, ya que estos les privan de las libertades básicas y del acceso a los recursos. Por ello, muchos migrantes optan por asentarse en entornos urbanos que, por lo general, no están preparados o no están dispuestos a asumir estas poblaciones añadidas. Como resultado, terminan estableciéndose en las zonas más vulnerables y menos planificadas de los grandes centros urbanos, que también carecen de infraestructuras, viviendas y otras instalaciones cívicas adecuadas. Lo que, a su vez, conduce a un aumento de la presión sobre las escasas infraestructuras disponibles y provoca fricciones sociales y políticas. A medida que aumenta la contaminación en estas zonas, se dificulta la gestión de los residuos y del agua; escasean el acceso al empleo y a los recursos básicos y aumenta la demanda de viviendas. ¿No estaremos creando una infinidad de réplicas de Babilonia?

Según lo estudios realizados, aproximadamente dos mil millones de personas podrían convertirse en refugiados para el año 2100 a medida que el aumento del nivel del mar amenace a las comunidades y ciudades costeras. Foto vía Environmental Justice Foundation.

Según lo estudios realizados, aproximadamente dos mil millones de personas podrían convertirse en refugiados para el año 2100 a medida que el aumento del nivel del mar amenace a las comunidades y ciudades costeras. Foto vía Environmental Justice Foundation.

Más allá de la construcción

Pero hay un resquicio de esperanza. En la actualidad contamos con herramientas y conocimientos excepcionales, como imágenes de satélite, macrodatos y acceso a tecnologías que nos permiten predecir y analizar las consecuencias de nuestras acciones sobre el planeta. Algunas ciudades están tomando medidas para ser más sostenibles y crear un mejor entorno para los refugiados. Mientras escribía este artículo, recordé la manifestación mundial de niños, el mes pasado, en la que exigían la toma de medidas urgente contra la degradación del medioambiente. ¿Pueden los profesionales del entorno urbanizado utilizar estas herramientas, conocimientos y llamadas a la acción para colaborar en la prevención de una mayor degradación del medio ambiente, a fin de reducir y ayudar mejor a las masivas migraciones forzadas?

“La sostenibilidad no es suficiente. Debemos revertir el daño ya hecho”.

Como diseñadores y urbanistas, tenemos que plantearnos nuestro trabajo como un proceso integral, multiescalar y multidisciplinar. Parafraseando al filósofo francés Bruno Latour, la arquitectura puede concebirse como una red de actores; como parte de una red más amplia y una red de componentes en sí misma. O, según la concepción del urbanista catalán Manuel de Solà-Morales, como una práctica de acupuntura urbana, al considerarla como una intervención sobre un organismo enfermo más grande. En cualquier caso, la arquitectura es una pieza que aporta equilibrio a un ecosistema socio-político, natural y ambiental más amplio y un ecosistema que necesita equilibrio en sí mismo. La arquitectura y el urbanismo pueden concebirse como procesos circulares que tienen en cuenta el conocimiento, la conciencia y la empatía, y que idealmente no dañan el medio ambiente.

Una sesión participativa de diseño de mejoras vecinales en el campo de refugiados de Kiziba, Ruanda, en septiembre de 2017, utilizando un modelo impreso en 3D desarrollado con imágenes de satélite y el software Maya. Foto © Joan Amorós Elorduy

Una sesión participativa de diseño de mejoras vecinales en el campo de refugiados de Kiziba, Ruanda, en septiembre de 2017, utilizando un modelo impreso en 3D desarrollado con imágenes de satélite y el software Maya. Foto © Joan Amorós Elorduy

Pero no basta con no degradar. La sostenibilidad no es suficiente. Debemos revertir el daño ya hecho. Podemos repensar los asentamientos humanos para acoger a los recién llegados con iniciativas como Solidarity Cities y hacerlo como medio para regenerar los ecosistemas circundantes. Podemos utilizar procesos participativos –como el llevado a cabo por la cooperativa de arquitectura Lacol, con sede en Barcelona– en el desarrollo de viviendas, infraestructuras y otros equipamientos públicos, asegurando su sostenibilidad social y educando a las poblaciones implicadas. Podemos evaluar los materiales de construcción según su ciclo de vida: ¿son renovables y reciclables? ¿Su producción contamina o regenera el medio ambiente? ¿Cuáles son los beneficios ambientales a lo largo de su vida útil? La arquitectura y el urbanismo no solo deben ser sostenibles, sino también contribuir a restaurar el medioambiente en la Tierra y, al hacerlo, mejorar la vida de millones de potenciales refugiados climáticos.

Imagen principal: Una familia cruza una calle inundada en Pakistán. Foto © Asian Development Bank/Flickr